Bikerafting por el Poroeno y el Lätäseno
Parecía que este año no habría escapada hacia
lo salvaje, el verano llegaba a su fin y no se apreciaban intenciones de
aventura en el ambiente, pero bastó la sobremesa de una cena relajada de
septiembre recordando anécdotas de batallas pasadas para liberar nuestros
instintos y dar rienda suelta al montón de propuestas guardadas en la carpeta
de “pendientes”.
Preparativos de última hora.
A la semana desembarcábamos del avión en Tromso, Noruega. Bajo una tremenda
Aurora Boreal que nos daba la bienvenida.
Tromso
Nuestra idea era realizar una escapada
relámpago de 7 días con 80 km en bici y 105 km en kayak. Empezar en Noruega y
cruzar la frontera con Finlandia en bici hasta llegar al lago Porojärvi para
descender los ríos Poroeno y Lätäseno hasta Markkina.
Un autobús nos dejó a las 18h en Birtavarre una pequeña población noruega a orillas del fiordo Kafjorden. Después de organizar el equipaje en las bicis nos adentramos 10 km llanos por el valle hasta un punto de información/parquing donde dormimos en un cobijo de madera con bancos y mesas. Este pequeño tramo de bici al atardecer ya nos dejó entrever que alguna cosa pasamos por alto al preparar nuestro equipaje… quizás los bochornosos meses de verano nublaron nuestras perspectivas al valorar las temperaturas que podríamos encontrar en estas latitudes… con 2 km tuve suficiente para preguntarme a mí mismo porque carajo no cogí guantes y gorro… En cuanto al resto del equipaje, nos quedó claro que no nos iba a sobrar ropa esta vez…
Cobijo sopresa.
Al día siguiente nos ponemos en marcha temprano, debemos alcanzar una cota de
800 m, ideal para entrar en calor, con las fat bike y nuestras espaldas
cargadas a tope, comida para 7 días, packraft, remos, chaleco y todo lo
necesario para la desconexión con la civilización. La pista nos llevó hasta el
extremo este del lago Goulasjärvi donde tomamos unas roderas de quad. Al
principio muy marcadas pero que poco a poco se irán complicando yendo y
viniendo, y alternando con pedregales y humedales, vamos, una delicia… el
avance era lento y costoso, estaba claro que se trataba de un terreno ideal
para las ruedas anchas de las fat bike y que por mucho que costara la sonrisa
no desaparecía de nuestros rostros. Con la amenaza de las nubes sobre nosotros,
alcanzamos el mítico Nordkalottleden, la famosa ruta de treking del lugar, 800
km que resigue los antiguos caminos Sami, más antiguo que las actuales
fronteras. En principio ya no abandonaremos el Nordkalottlden en dos o tres
días. El frio aprieta, con las manos y el cogote helado por fin llegamos con
las últimas luces del día a la cabaña de Somasjärvi, un oasis en medio de la
austera tundra lapona. Contra todo pronóstico nos encontramos a Rosemari en la
cabaña, es difícil coincidir con gente en estos parajes, por suerte su
presencia en la cabaña significa encontrar la estufa de leña encendida y un
confort inesperado.
La tundra noruega y soleada.
La tundra finlandesa y nublada...
Rosemari nos cuenta que viaja en dirección opuesta a la nuestra, y que lleva 5
semanas de ruta a pie y en solitario, siguiendo el Nordkalottleden. Del cual
aún le quedan de 4 a 5 días de ruta. En el exterior de la cabaña se empieza a
helar las gotas acumuladas por el rocio… la cosa se pone interesante. Rosemari
se ofrece a regalarme sus guantes secundarios tras contarle nuestro enésimo
error de principiantes pero los rehuso, entonces nos cuenta que en una
cabaña al otro lado de la frontera, ya en Finlandia, alguien ha olvidado sus
guantes y quizás lo pueda usar. También nos cuenta que ha tenido un día
complicado para llegar hasta aquí, nos interesa conocer su versión ya que
nosotros debemos seguir el camino por donde ella ha venido. Parece ser que hay
hielo acumulado en el camino, en especial sobre las rocas y que le ha llevado
todo el día caminar 15 km hasta aquí.
La cabaña de Somasjärvi, hogar dulce hogar...
Como la cosa pintaba mal, Ivan y yo nos
planteamos un cambio de planes, las aventuras relámpago no conciben el poder
retrasarse ni un solo día en los planes de viaje, por eso decidimos tomar un
atajo algo más salvaje y exigente a cambio de poder cumplir con nuestro
“timing”.
Rosemari, nuestra casera en Somasjärvi.
Al día siguiente, cuando nos ponemos en
marcha, Rosemari hace una hora que se ha despedido de nosotros. Seguimos las
casi imperceptibles roderas de quad que nos llevan a la frontera con Finlandia,
un enorme hito de piedras lo confirma. A partir de aquí hay que agilizar la
astucia para seguir adelante, rastros de caminos que se pierden, alguna señal
de pintura de vez en cuando y la lógica del terreno nos llevan hasta la cabaña
de Kopmajoen. La parada es obligatoria, un vestigio de civilización en medio de
tanta desolación siempre despierta curiosidad.
Kopmajoen, ya en Finlandia, con regalo sorpresa, los guantes!!
Esta cabaña es más pequeña y autentica que la
anterior, donde dormimos. Encontramos los guantes, tres en total… y
desaparejados… dos izquierdos y uno derecho… no es lugar para tener manías o sea que me
llevo los que encajen mejor, a ver si conseguimos algo de calor para las manos.
En este punto dejamos el Nordkalottleden para seguir rodeando el lago
Somasjärvi hasta su desembocadura, el rio Valtijoki. Su bajo nivel de agua lo
hace impracticable para los packrafts y nos vemos obligados a seguir su cauce
por la ladera oeste, prácticamente impracticable sobre la bici… prados blandos,
algún que otro cuerno de reno, rocas y humedales durante 15 largos
quilooooometros… A toro pasado parece
que la mejor opción hubiera sido seguir la vertiente opuesta del rio, donde de
vez en cuando se divisaba alguna especie de camino… Empezamos a ver pequeños
grupos de renos curiosos y asustadizos por igual corren a sus anchas mientras
que nosotros avanzamos encallados en su
terreno.
Seguiendo el Valtijoki, imposible con los kayak, ni pedalear por el monte.
Casi 200 metros de desnivel bastan para notar una mejora en las
temperaturas, quizás la ausencia de viento también ayuda. Para llegar a la
ansiada cabaña de Porojärvi tenemos que hinchar el packraft y cruzar el lago
Porojärvi por su desembocadura poca más de un quilómetro. Se nota que el nivel
de agua está más bajo de lo habitual ya que no paramos de engancharnos con las
piedras escondidas debajo el agua, con el fantasma de los reventones al acecho…
Terreno abierto, el hogar de renos, humedales, pedregales y arbustos....
La cabaña de Porojärvi cumple su función como
es debido. Solo accesible por agua, en kayak, o por aire, en hidroavión o
helicóptero, nos ofrece una tarima de madera para dormir, una mesita, un par de
banquetas y una estufa de leña. La leñera es otra cabañita a escasos metros
llena hasta los topes de madera cortada a medida para la estufa. Después de una
jornada entera rodando campo a través y arrastrando la bici durante horas, la
cabaña de Porojärvi parece una suite de lujo.
A la mañana siguiente las nubes siguen
cubriendo el cielo. Con ganas de remar nos metemos en los kayaks y encaramos el
rio Poroeno unos nuestros objetivos principales. Un rio medio ancho y poco
profundo. El agua no corre lo suficiente como para dejarse llevar. Cada cierto
tiempo divisamos pequeños grupos de renos que se asustan al vernos. Rascar las
piedras o embarrancar el kayak en ellas es algo habitual donde un pequeño
forcejeo, a veces más que pequeño, soluciona el problema y seguimos rio abajo.
Los tramos de rápidos sencillos se alternan con los meandros. Divisamos dos
cisnes enormes y blancos, nos sorprende verlos en un paraje tan yermo como es la tundra. Nos encontramos los
primeros rápidos interesantes y nos constatamos que con la bici y en equipaje
bien amarrados, el kayak se vuelve torpe ante nuestro afán de dirigirlo hacia
donde queremos. Hay que anticiparse mucho y remar con todas tus fuerzas para
esquivar los rápidos y las piedras para trazar una línea segura. Y cuando no es
posible anticiparse no queda otra que
agarrar bien fuerte el remo y batallar para salir invicto.
Los rápidos sencillos del Poroeno.
Hasta llegar a nuestra siguiente cabaña
pasamos dos tramos de rápidos no muy difíciles pero si interesantes, con un
amago de vuelco que no paso de susto. Eso sí, aun si volcar quedamos empapados
por la cantidad de olas que nos pasan por encima a cada rápido que poco a poco
nos llenan el kayak de agua y que nos vemos obligados a vaciar cada cierto
tiempo para no helarnos más aun...
No se yo si luciría los cuernos con tanto orgullo....
Llegamos a Tenomuotka, una cabaña situada a
cierta altura del nivel del rio. Con su leñera, su baño seco típico de estas
cabañas y su mobiliario sencillo pero tremendamente útil. Sacamos los kayaks
del agua para asegurarlos y que el viento o el agua no se los lleve durante la
noche, pero no sin antes caer entero dentro el rio…. Es lo que tiene pasar 6
horas seguidas sentado en el kayak, al ponerte de pie las piernas no reaccionan
y fallan…. Temblando como pollos nos centramos en la primera tarea, encender la
estufa y calentarnos, el resto puede esperar. Entre secar la ropa, comer y
descansar se nos hecha la noche encima. Solo hemos hecho 25 km y nos ponemos en
alerta, echamos cuentas y llegamos a la conclusión que hay que subir el ritmo o
no llegamos a tiempo a Markkina para tomar el bus de regreso a Tromso.
Amarrando los packrafts.
A media noche la cabaña parece una sauna, el
rendimiento de estas estufas es acojonante y nos vemos obligados a abrir la
puerta para refrescar un poco el ambiente. Justo entonces nos sorprende una de
las auroras boreales más grandes que hemos visto. El cielo se ha despejado y
una franja amarillenta cruza el cielo de punta a punta con su danza sinuosa.
Quizás sea la señal de un buen augurio…
Pues no, el día siguiente amaneció nublado
otra vez… ya hemos abandonado la tundra y el paisaje se empieza a llenar de
abedules moribundos, estamos en la taiga. Nos metimos en los packrafts para
empezar arrastrando entre las piedras del rio. El nivel de agua no era
suficiente como para no rascar pero tampoco era lo suficientemente bajo como
para avanzar andando. Al poco de remar nos encontramos con uno de los puntos
complicados del Poroeno. El rápido de Pirunportti de clase 3, dicen… Un paso
estrecho que canaliza toda el agua del rio y con dos resaltes muy espumoso… la
verdad es que con poco agua aun parece más difícil… Hacemos un porteo de 100
metros por el lado izquierdo del rio, sin desmontar las bicis del packraft nos
apañamos con un par de viajes. Con esto superamos uno de los dos puntos difíciles
del rio. Meterse en un rápido de clase 3 con las bicis y el equipaje es tener
todas las papeletas para pasar un buen rato en remojo y tragando agua por todas
partes… Seguimos avanzando, llegamos al Rommaeno, rio que se junta con el
Poroeno, el rio que estamos bajando. A partir de la unión de estos afluentes el
rio pasa a llamarse Lätäseno. Sigue tranquilo, algún rápido sencillo donde solo
tienes que buscar la línea segura a seguir. Otros tramos completamente
tranquilos donde o remas o no avanzas. Al final de uno estos tramos el rio
desaparece entre medio de unas rocas, y detrás despuntan las copas de unos
árboles. Iván parece que inspecciona alguna cosa desde el kayak. Y de repente
encara lo que parece la entrada de unos rápido. Al poco desaparece, y solo
puedo ver las puntas de sus remos intermitentemente, eso significa que sigue
remando y luchando. Cuando llego a las rocas, el se aprecia el campo de batalla.
Un desnivel donde el agua fluye por encima de enormes rocas, y ya no hay marcha
atrás… la corriente me conduce hacia el centro. Solo me queda apretar los dientes
e intentar remar para decidir mi trayectoria, pero es inutil. El kayak no
obedece con tanto peso o sea que empiezan las montañas rusas. El primer resalte
lo paso con más pena que gloria, y el segundo se me traga por completo. El
resto de los rápido es una lucha constante para mantener la cabeza fuera del
agua el kayak y la bici siguen su camino, en un intento de salvación me agarro
a él pero parece ser mala idea, mejor que cada uno siga su camino hasta el
final de los rápidos, en un par de ocasiones el agua me hace saltar por encima
de unos resaltes y desaparezco de nuevo zambullido por las corrientes de agua,
no toco ni el fondo con los pies. Por suerte todo tiene su fin, lo que parecía
eterno no eran más que 150 metros y al final estaba Iván custodiando el kayak
del revés que se había encallado en unas rocas. Levanto la cabeza e Iván me
hace un gesto para que mire a la orilla, una cabaña y algunos de edificio desmantelado.
Estamos en Munnikurkkio, antigua estación de guardia fronteriza. Ponemos el
kayak en su posición correcta y empapado, y calado hasta las huesos salto
dentro el kayak. Los temblores llegan casi al momento, hay que empezar a remar para entrar en calor como
sea. Este rápido no lo teníamos controlado… a saber que más se nos escapa… Algún
rápido más de poca consideración nos lleva a un tramo de 9 km donde la
corriente a penas se mueve, nos toca remar, y además con viento encontra… 3
horas sin descanso, ni se nos pasa por la cabeza para de remar, primero para
que el viento no nos haga retroceder y segundo porque el frio aprieta y los
dientes chasquean. Ivan lo lleva mejor, el pasó limpio por Munnikurkkio, solo
se llevó algunas salpicaduras. Al llegar a Hirvasvuopio paramos en la cabaña
que visitamos cada año durante las rutas en fat bike por la nieve. Convenzo a
Iván para parar a calentarnos y recuperarnos, yo no puedo seguir tal como
estoy. Al final, lo que pretendía ser una parada para recuperarse acaba siendo
parada y fonda. La situación se complica. De los 50 km que queríamos hacer,
solo hemos hecho la mitad. El tiempo aprieta y si no conseguimos avanzar más
rápidos no llegaremos a tiempo. La tarde se despeja, el solo nos regala su
visita y Laponia se ve radiante. Nos recuperamos del frio, comemos, secamos la
ropa y descansamos como es debido. En los próximos días habrá que recuperar
terreno como sea, y no sabemos que nos vamos a encontrar.
La parte baja de los rápidos de Munnikurkkio. (foto de internet)
La volcada del día anterior y las malas horas
de frio que pasé hicieron que me levantara con pocas ganas de rio… pero había
que llegar a Markkina cuanto antes, nadie nos iba a sacar de allí. O sea que no
había otra que madrugar. Un cielo sereno durante la noche te asegura un cielo
repleto de estrella, y además, una baja de las temperaturas considerable… los
restos de agua que quedaron por encima y dentro packraft estaban helado… el
roció era un mantel blanco que se extendía por todos lados… La diversión estaba
asegurada… se presentaba un día frio y duro. Con toda la ropa puesta empezamos
a remar y a bajar los primeros rápidos, fáciles, sencillos. Por suerte el sol
calienta y al poco rato ya estábamos quitándonos algo de ropa. Rápido a rápido
vamos avanzando, de vez en cuando tenemos que vaciar con un cuenco improvisado
el agua que nos entra en le kayak a cada rápido, vemos algunos campamentos de
tipis cerca de las orillas, las típicas tiendas de los indios, estructuras para secar pescado y con barcas
de madera al lado. Parece que todavía se conservan las tradiciones.
El packraft helado a primera hora de la mañana....
Las tiendas de los Samis, una mezcla de pasado y present.
También pasamos
un par de cobijos con hogueras en el suelo, y alguna que otra hoguera en
dispersa a lo largo del rio. Vemos algún alce despistado, tan grande como un
caballo. Sin darnos cuenta llegamos a Isokurkio, hemos hecho 35 km sin salir
del kayak, 9 horas en total… al poner los pies en el suelo andamos como patos
mareados, las piernas no obedecen… Isokurkio es el otro punto delicado de la
ruta. Un rápido de clase 4 que queremos evitar a toda costa. Por suerte, metros
antes del rápido hay una cabaña donde pasamos la noche. I desde aquí cogeremos
una camino de algo más de un quilómetro para evitar el temible rápido. Al
llegar a la cabaña olemos a humo, y nos sorprende ver a dos matrimonios
vestidos de cazadores con sus impresionantes escopetas que había parado a comer
las típicas salchichas en una hoguera en el suelo al lado de la cabaña. Ellos
alucinan al vernos llegar con los packraft y las bicis… después de una breve
charla desaparecen entre los árboles, regresan a su cabaña a dos horas pie
donde un helicóptero los vendrá a buscar al día siguiente.
No todo son rápidos, tambien remamos durante horas...
Nosotros empezamos
el ritual de cada día, encender estufa, calentarnos, comer, secar ropa, y esta
vez, plegar el kayak y montar la bici para recorrer el camino que sortea el
rápido de Isokurkio. Nos hemos quedado sorprendidos por lo fácil que han
resultado el día de hoy, pero no podemos olvidar que aún nos quedan 20 km de
rio y hay que terminarlos antes de las 14h del siguiente día…
Vigilados vigilados...
Madrugar resulta obligatorio, comemos algo,
poco, recogemos las cuatro cosas que nos quedan y pedaleamos hasta pasado el
rápido. Aun de noche hinchamos el kayak y amarramos la bici y las mochilas. Aun
así tenemos que esperar un poco, todavía es demasiado oscuro para meterse en el
rio, no se ven las piedras ni las corrientes principales… por fin nos metemos en
el agua. Los primeros quilómetros caen rápido hasta llegar a una zona de
cabañas privadas donde el corriente deja de fluir… a partir de aquí, 12 km de
remo desesperantes, el paisaje es de postal, saludamos algún lugareño que
utiliza el rio como carretera con su lancha, pero los quilómetros pasan muy
despacio… el agua no se mueve, hay que remar si o si. Por fin empezamos a oír
ruido de camiones, la carretera está cerca paro parece que no llega. Y antes de
perder el juico de desesperación, tras una curva, vemos el puente de Markkina
sobre el Lätäseno, punto final de nuestra aventura. Llegamos con dos horas de
margen para subir al bus. Esto nos permite recoger los kayaks y montar las
bicis. Como en Markkina no hay nada, solo cuatro casa particulares y un camping
cerrado, decidimos pedalear 10 km hasta
Karesuvanto y comer algo antes de coger el bus a Kilpisjärvi, frontera con
Noruega.
Markkina, punto final de la ruta.
Mientras comemos en el confort de un bar de carretera lapón. Seguimos
con la ropa húmeda mientras saqueamos el buffet del bar, comentamos la juga de
los últimos días de forma relajada, el frio y el cansancio han pasado a mejor
vida. Los animales que hemos visto, renos, alces, cisnes, águilas, etc… las
aurora que nos visitaban de madrugada… nada se queda en el tintero. Y de forma
rotunda y contundente nos vemos en condiciones de tachar el Poroeno y del
Lätäseno de nuestra lista de “pendientes” para empezar a pensar en cuál será la siguiente. En un
rato cogeremos el autobús a Kilpisjärvi para luego montar en las bicis y rodar
los 50 últimos quilómetros de trámite y prácticamente de bajada hasta Skibotn a horillas del fiordo
Storfjorden, donde pasaremos la noche en cualquier rincón para tomar otro
autobús de madrugada de regreso a Tromso y volar camino a casa al día
siguiente.
Arrasando el bar de Karesuvanto, suerte que nos conocen de vernos casi todos los inviernos...
1 comentario:
gran cronica que desperta les ganes d’aventura.
sou 2 exploradores natos, quina enveja!
la propera on? :D
miquel
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