lunes, 16 de octubre de 2017

Bikerafting por el Poroeno y el Lätäseno


Parecía que este año no habría escapada hacia lo salvaje, el verano llegaba a su fin y no se apreciaban intenciones de aventura en el ambiente,  pero bastó la sobremesa de una cena relajada de septiembre recordando anécdotas de batallas pasadas para liberar nuestros instintos y dar rienda suelta al montón de propuestas guardadas en la carpeta de “pendientes”.



Preparativos de última hora.

A la semana desembarcábamos del avión en Tromso, Noruega. Bajo una tremenda Aurora Boreal que nos daba la bienvenida.


Tromso

Nuestra idea era realizar una escapada relámpago de 7 días con 80 km en bici y 105 km en kayak. Empezar en Noruega y cruzar la frontera con Finlandia en bici hasta llegar al lago Porojärvi para descender los ríos Poroeno y Lätäseno hasta Markkina.

Un autobús nos dejó a las 18h en Birtavarre una pequeña población noruega  a orillas del fiordo Kafjorden. Después de organizar el equipaje en las bicis nos adentramos 10 km llanos por el valle hasta un punto de información/parquing donde dormimos en un cobijo de madera con bancos y mesas. Este pequeño tramo de bici al atardecer ya nos dejó entrever que alguna cosa pasamos por alto al preparar nuestro equipaje… quizás los bochornosos meses de verano nublaron nuestras perspectivas al valorar las temperaturas que podríamos encontrar en estas latitudes… con 2 km tuve suficiente para preguntarme a mí mismo porque carajo no cogí guantes y gorro… En cuanto al resto del equipaje, nos quedó claro que no nos iba a sobrar ropa esta vez…


 Cobijo sopresa.

Al día siguiente nos ponemos en marcha temprano, debemos alcanzar una cota de 800 m, ideal para entrar en calor, con las fat bike y nuestras espaldas cargadas a tope, comida para 7 días, packraft, remos, chaleco y todo lo necesario para la desconexión con la civilización. La pista nos llevó hasta el extremo este del lago Goulasjärvi donde tomamos unas roderas de quad. Al principio muy marcadas pero que poco a poco se irán complicando yendo y viniendo, y alternando con pedregales y humedales, vamos, una delicia… el avance era lento y costoso, estaba claro que se trataba de un terreno ideal para las ruedas anchas de las fat bike y que por mucho que costara la sonrisa no desaparecía de nuestros rostros. Con la amenaza de las nubes sobre nosotros, alcanzamos el mítico Nordkalottleden, la famosa ruta de treking del lugar, 800 km que resigue los antiguos caminos Sami, más antiguo que las actuales fronteras. En principio ya no abandonaremos el Nordkalottlden en dos o tres días. El frio aprieta, con las manos y el cogote helado por fin llegamos con las últimas luces del día a la cabaña de Somasjärvi, un oasis en medio de la austera tundra lapona. Contra todo pronóstico nos encontramos a Rosemari en la cabaña, es difícil coincidir con gente en estos parajes, por suerte su presencia en la cabaña significa encontrar la estufa de leña encendida y un confort inesperado.



La tundra noruega y soleada.


La tundra finlandesa y nublada...

Rosemari nos cuenta que viaja en dirección opuesta a la nuestra, y que lleva 5 semanas de ruta a pie y en solitario, siguiendo el Nordkalottleden. Del cual aún le quedan de 4 a 5 días de ruta. En el exterior de la cabaña se empieza a helar las gotas acumuladas por el rocio… la cosa se pone interesante. Rosemari se ofrece a regalarme sus guantes secundarios tras contarle nuestro enésimo error de principiantes pero los rehuso, entonces nos cuenta  que en una cabaña al otro lado de la frontera, ya en Finlandia, alguien ha olvidado sus guantes y quizás lo pueda usar. También nos cuenta que ha tenido un día complicado para llegar hasta aquí, nos interesa conocer su versión ya que nosotros debemos seguir el camino por donde ella ha venido. Parece ser que hay hielo acumulado en el camino, en especial sobre las rocas y que le ha llevado todo el día caminar 15 km hasta aquí.


La cabaña de Somasjärvi, hogar dulce hogar...

Como la cosa pintaba mal, Ivan y yo nos planteamos un cambio de planes, las aventuras relámpago no conciben el poder retrasarse ni un solo día en los planes de viaje, por eso decidimos tomar un atajo algo más salvaje y exigente a cambio de poder cumplir con nuestro “timing”.


Rosemari, nuestra casera en Somasjärvi.

Al día siguiente, cuando nos ponemos en marcha, Rosemari hace una hora que se ha despedido de nosotros. Seguimos las casi imperceptibles roderas de quad que nos llevan a la frontera con Finlandia, un enorme hito de piedras lo confirma. A partir de aquí hay que agilizar la astucia para seguir adelante, rastros de caminos que se pierden, alguna señal de pintura de vez en cuando y la lógica del terreno nos llevan hasta la cabaña de Kopmajoen. La parada es obligatoria, un vestigio de civilización en medio de tanta desolación siempre despierta curiosidad.


Kopmajoen, ya en Finlandia, con regalo sorpresa, los guantes!!

Esta cabaña es más pequeña y autentica que la anterior, donde dormimos. Encontramos los guantes, tres en total… y desaparejados… dos izquierdos y uno derecho…  no es lugar para tener manías o sea que me llevo los que encajen mejor, a ver si conseguimos algo de calor para las manos. En este punto dejamos el Nordkalottleden para seguir rodeando el lago Somasjärvi hasta su desembocadura, el rio Valtijoki. Su bajo nivel de agua lo hace impracticable para los packrafts y nos vemos obligados a seguir su cauce por la ladera oeste, prácticamente impracticable sobre la bici… prados blandos, algún que otro cuerno de reno, rocas y humedales durante 15 largos quilooooometros…  A toro pasado parece que la mejor opción hubiera sido seguir la vertiente opuesta del rio, donde de vez en cuando se divisaba alguna especie de camino… Empezamos a ver pequeños grupos de renos curiosos y asustadizos por igual corren a sus anchas mientras que nosotros avanzamos  encallados en su terreno. 


 Seguiendo el Valtijoki, imposible con los kayak, ni pedalear por el monte.

Casi 200 metros de desnivel bastan para notar una mejora en las temperaturas, quizás la ausencia de viento también ayuda. Para llegar a la ansiada cabaña de Porojärvi tenemos que hinchar el packraft y cruzar el lago Porojärvi por su desembocadura poca más de un quilómetro. Se nota que el nivel de agua está más bajo de lo habitual ya que no paramos de engancharnos con las piedras escondidas debajo el agua, con el fantasma de los reventones al acecho…


Terreno abierto, el hogar de renos, humedales, pedregales y arbustos....

La cabaña de Porojärvi cumple su función como es debido. Solo accesible por agua, en kayak, o por aire, en hidroavión o helicóptero, nos ofrece una tarima de madera para dormir, una mesita, un par de banquetas y una estufa de leña. La leñera es otra cabañita a escasos metros llena hasta los topes de madera cortada a medida para la estufa. Después de una jornada entera rodando campo a través y arrastrando la bici durante horas, la cabaña de Porojärvi parece una suite de lujo.


A la mañana siguiente las nubes siguen cubriendo el cielo. Con ganas de remar nos metemos en los kayaks y encaramos el rio Poroeno unos nuestros objetivos principales. Un rio medio ancho y poco profundo. El agua no corre lo suficiente como para dejarse llevar. Cada cierto tiempo divisamos pequeños grupos de renos que se asustan al vernos. Rascar las piedras o embarrancar el kayak en ellas es algo habitual donde un pequeño forcejeo, a veces más que pequeño, soluciona el problema y seguimos rio abajo. Los tramos de rápidos sencillos se alternan con los meandros. Divisamos dos cisnes enormes y blancos, nos sorprende verlos en un paraje tan yermo  como es la tundra. Nos encontramos los primeros rápidos interesantes y nos constatamos que con la bici y en equipaje bien amarrados, el kayak se vuelve torpe ante nuestro afán de dirigirlo hacia donde queremos. Hay que anticiparse mucho y remar con todas tus fuerzas para esquivar los rápidos y las piedras para trazar una línea segura. Y cuando no es posible  anticiparse no queda otra que agarrar bien fuerte el remo y batallar para salir invicto.




Los rápidos sencillos del Poroeno.

Hasta llegar a nuestra siguiente cabaña pasamos dos tramos de rápidos no muy difíciles pero si interesantes, con un amago de vuelco que no paso de susto. Eso sí, aun si volcar quedamos empapados por la cantidad de olas que nos pasan por encima a cada rápido que poco a poco nos llenan el kayak de agua y que nos vemos obligados a vaciar cada cierto tiempo para no helarnos más aun...


No se yo si luciría los cuernos con tanto orgullo....

Llegamos a Tenomuotka, una cabaña situada a cierta altura del nivel del rio. Con su leñera, su baño seco típico de estas cabañas y su mobiliario sencillo pero tremendamente útil. Sacamos los kayaks del agua para asegurarlos y que el viento o el agua no se los lleve durante la noche, pero no sin antes caer entero dentro el rio…. Es lo que tiene pasar 6 horas seguidas sentado en el kayak, al ponerte de pie las piernas no reaccionan y fallan…. Temblando como pollos nos centramos en la primera tarea, encender la estufa y calentarnos, el resto puede esperar. Entre secar la ropa, comer y descansar se nos hecha la noche encima. Solo hemos hecho 25 km y nos ponemos en alerta, echamos cuentas y llegamos a la conclusión que hay que subir el ritmo o no llegamos a tiempo a Markkina para tomar el bus de regreso a Tromso.


 Amarrando los packrafts.

A media noche la cabaña parece una sauna, el rendimiento de estas estufas es acojonante y nos vemos obligados a abrir la puerta para refrescar un poco el ambiente. Justo entonces nos sorprende una de las auroras boreales más grandes que hemos visto. El cielo se ha despejado y una franja amarillenta cruza el cielo de punta a punta con su danza sinuosa. Quizás sea la señal de un buen augurio…



Pues no, el día siguiente amaneció nublado otra vez… ya hemos abandonado la tundra y el paisaje se empieza a llenar de abedules moribundos, estamos en la taiga. Nos metimos en los packrafts para empezar arrastrando entre las piedras del rio. El nivel de agua no era suficiente como para no rascar pero tampoco era lo suficientemente bajo como para avanzar andando. Al poco de remar nos encontramos con uno de los puntos complicados del Poroeno. El rápido de Pirunportti de clase 3, dicen… Un paso estrecho que canaliza toda el agua del rio y con dos resaltes muy espumoso… la verdad es que con poco agua aun parece más difícil… Hacemos un porteo de 100 metros por el lado izquierdo del rio, sin desmontar las bicis del packraft nos apañamos con un par de viajes. Con esto superamos uno de los dos puntos difíciles del rio. Meterse en un rápido de clase 3 con las bicis y el equipaje es tener todas las papeletas para pasar un buen rato en remojo y tragando agua por todas partes… Seguimos avanzando, llegamos al Rommaeno, rio que se junta con el Poroeno, el rio que estamos bajando. A partir de la unión de estos afluentes el rio pasa a llamarse Lätäseno. Sigue tranquilo, algún rápido sencillo donde solo tienes que buscar la línea segura a seguir. Otros tramos completamente tranquilos donde o remas o no avanzas. Al final de uno estos tramos el rio desaparece entre medio de unas rocas, y detrás despuntan las copas de unos árboles. Iván parece que inspecciona alguna cosa desde el kayak. Y de repente encara lo que parece la entrada de unos rápido. Al poco desaparece, y solo puedo ver las puntas de sus remos intermitentemente, eso significa que sigue remando y luchando. Cuando llego a las rocas, el se aprecia el campo de batalla. Un desnivel donde el agua fluye por encima de enormes rocas, y ya no hay marcha atrás… la corriente me conduce hacia el centro. Solo me queda apretar los dientes e intentar remar para decidir mi trayectoria, pero es inutil. El kayak no obedece con tanto peso o sea que empiezan las montañas rusas. El primer resalte lo paso con más pena que gloria, y el segundo se me traga por completo. El resto de los rápido es una lucha constante para mantener la cabeza fuera del agua el kayak y la bici siguen su camino, en un intento de salvación me agarro a él pero parece ser mala idea, mejor que cada uno siga su camino hasta el final de los rápidos, en un par de ocasiones el agua me hace saltar por encima de unos resaltes y desaparezco de nuevo zambullido por las corrientes de agua, no toco ni el fondo con los pies. Por suerte todo tiene su fin, lo que parecía eterno no eran más que 150 metros y al final estaba Iván custodiando el kayak del revés que se había encallado en unas rocas. Levanto la cabeza e Iván me hace un gesto para que mire a la orilla, una cabaña y algunos de edificio desmantelado. Estamos en Munnikurkkio, antigua estación de guardia fronteriza. Ponemos el kayak en su posición correcta y empapado, y calado hasta las huesos salto dentro el kayak. Los temblores llegan casi al momento,  hay que empezar a remar para entrar en calor como sea. Este rápido no lo teníamos controlado… a saber que más se nos escapa… Algún rápido más de poca consideración nos lleva a un tramo de 9 km donde la corriente a penas se mueve, nos toca remar, y además con viento encontra… 3 horas sin descanso, ni se nos pasa por la cabeza para de remar, primero para que el viento no nos haga retroceder y segundo porque el frio aprieta y los dientes chasquean. Ivan lo lleva mejor, el pasó limpio por Munnikurkkio, solo se llevó algunas salpicaduras. Al llegar a Hirvasvuopio paramos en la cabaña que visitamos cada año durante las rutas en fat bike por la nieve. Convenzo a Iván para parar a calentarnos y recuperarnos, yo no puedo seguir tal como estoy. Al final, lo que pretendía ser una parada para recuperarse acaba siendo parada y fonda. La situación se complica. De los 50 km que queríamos hacer, solo hemos hecho la mitad. El tiempo aprieta y si no conseguimos avanzar más rápidos no llegaremos a tiempo. La tarde se despeja, el solo nos regala su visita y Laponia se ve radiante. Nos recuperamos del frio, comemos, secamos la ropa y descansamos como es debido. En los próximos días habrá que recuperar terreno como sea, y no sabemos que nos vamos a encontrar.





 La parte baja de los rápidos de Munnikurkkio. (foto de internet)

La volcada del día anterior y las malas horas de frio que pasé hicieron que me levantara con pocas ganas de rio… pero había que llegar a Markkina cuanto antes, nadie nos iba a sacar de allí. O sea que no había otra que madrugar. Un cielo sereno durante la noche te asegura un cielo repleto de estrella, y además, una baja de las temperaturas considerable… los restos de agua que quedaron por encima y dentro packraft estaban helado… el roció era un mantel blanco que se extendía por todos lados… La diversión estaba asegurada… se presentaba un día frio y duro. Con toda la ropa puesta empezamos a remar y a bajar los primeros rápidos, fáciles, sencillos. Por suerte el sol calienta y al poco rato ya estábamos quitándonos algo de ropa. Rápido a rápido vamos avanzando, de vez en cuando tenemos que vaciar con un cuenco improvisado el agua que nos entra en le kayak a cada rápido, vemos algunos campamentos de tipis cerca de las orillas, las típicas tiendas de los indios,  estructuras para secar pescado y con barcas de madera al lado. Parece que todavía se conservan las tradiciones. 


 El packraft helado a primera hora de la mañana....


Las tiendas de los Samis, una mezcla de pasado y present.

También pasamos un par de cobijos con hogueras en el suelo, y alguna que otra hoguera en dispersa a lo largo del rio. Vemos algún alce despistado, tan grande como un caballo. Sin darnos cuenta llegamos a Isokurkio, hemos hecho 35 km sin salir del kayak, 9 horas en total… al poner los pies en el suelo andamos como patos mareados, las piernas no obedecen… Isokurkio es el otro punto delicado de la ruta. Un rápido de clase 4 que queremos evitar a toda costa. Por suerte, metros antes del rápido hay una cabaña donde pasamos la noche. I desde aquí cogeremos una camino de algo más de un quilómetro para evitar el temible rápido. Al llegar a la cabaña olemos a humo, y nos sorprende ver a dos matrimonios vestidos de cazadores con sus impresionantes escopetas que había parado a comer las típicas salchichas en una hoguera en el suelo al lado de la cabaña. Ellos alucinan al vernos llegar con los packraft y las bicis… después de una breve charla desaparecen entre los árboles, regresan a su cabaña a dos horas pie donde un helicóptero los vendrá a buscar al día siguiente.


No todo son rápidos, tambien remamos durante horas...

Nosotros empezamos el ritual de cada día, encender estufa, calentarnos, comer, secar ropa, y esta vez, plegar el kayak y montar la bici para recorrer el camino que sortea el rápido de Isokurkio. Nos hemos quedado sorprendidos por lo fácil que han resultado el día de hoy, pero no podemos olvidar que aún nos quedan 20 km de rio y hay que terminarlos antes de las 14h del siguiente día…



Vigilados vigilados...

Madrugar resulta obligatorio, comemos algo, poco, recogemos las cuatro cosas que nos quedan y pedaleamos hasta pasado el rápido. Aun de noche hinchamos el kayak y amarramos la bici y las mochilas. Aun así tenemos que esperar un poco, todavía es demasiado oscuro para meterse en el rio, no se ven las piedras ni las corrientes principales… por fin nos metemos en el agua. Los primeros quilómetros caen rápido hasta llegar a una zona de cabañas privadas donde el corriente deja de fluir… a partir de aquí, 12 km de remo desesperantes, el paisaje es de postal, saludamos algún lugareño que utiliza el rio como carretera con su lancha, pero los quilómetros pasan muy despacio… el agua no se mueve, hay que remar si o si. Por fin empezamos a oír ruido de camiones, la carretera está cerca paro parece que no llega. Y antes de perder el juico de desesperación, tras una curva, vemos el puente de Markkina sobre el Lätäseno, punto final de nuestra aventura. Llegamos con dos horas de margen para subir al bus. Esto nos permite recoger los kayaks y montar las bicis. Como en Markkina no hay nada, solo cuatro casa particulares y un camping cerrado, decidimos pedalear  10 km hasta Karesuvanto y comer algo antes de coger el bus a Kilpisjärvi, frontera con Noruega.


Markkina, punto final de la ruta.

Mientras comemos en el confort de un bar de carretera lapón. Seguimos con la ropa húmeda mientras saqueamos el buffet del bar, comentamos la juga de los últimos días de forma relajada, el frio y el cansancio han pasado a mejor vida. Los animales que hemos visto, renos, alces, cisnes, águilas, etc… las aurora que nos visitaban de madrugada… nada se queda en el tintero. Y de forma rotunda y contundente nos vemos en condiciones de tachar el Poroeno y del Lätäseno de nuestra lista de “pendientes” para empezar  a pensar en cuál será la siguiente. En un rato cogeremos el autobús a Kilpisjärvi para luego montar en las bicis y rodar los 50 últimos quilómetros de trámite y prácticamente de bajada  hasta Skibotn a horillas del fiordo Storfjorden, donde pasaremos la noche en cualquier rincón para tomar otro autobús de madrugada de regreso a Tromso y volar camino a casa al día siguiente.


Arrasando el bar de Karesuvanto, suerte que nos conocen de vernos casi todos los inviernos...

1 comentario:

miguel dijo...

gran cronica que desperta les ganes d’aventura.
sou 2 exploradores natos, quina enveja!
la propera on? :D

miquel